La parábola de Pablo

1. El Amigo

[Mi tía dijo: “si vieran la camioneta en la que nos recogió Miguel en EEUU, y de nuevo, apurado no aguanté, la puta lengua no pude contener y agregué: esa precisamente es la mentalidad que hay que replantear; vanidad y las cosas materiales pa’ medir la calidad de vida y a las personas mismas”… parce, imagínese, mas de dos minutos de silencio en ese carro luego de mi inoportuno apunte y me sentí mas avergonzado que una jovencita pulcra tirándose un pedo en transmilenio.]

El irreverente del Pablo. Si usted alguna vez lo conoció, seguramente lo recordará por anécdotas como esa. Y sin embargo, también lo recordará la mayoría del tiempo en silencio. Millones de veces se preguntó también ¿cómo es posible que no explote semejante talento? O mas bien, porque muy pocos lo conocimos tan bien como para leer lo que escribía o escucharlo en esos días de extrema lucidez; ¿Qué rayos pasaba por su mente mientras permanecía en silencio? Será un misterio que ni los mejores psiquíatras, psicólogos, forenses, futurólogos y brujos podrán descubrir. No todos los que pasamos por este mundo sentimos la imperiosa necesidad de la trascendencia posmuerte, algunos –y sí que somos muchos-, como Pablo, ni siquiera descubren que algún talento tienen, sin importar qué tan desarrollado esté. Esa gran mayoría normal y trabajadora, que nunca tuvo la gracia de planificar su progreso y lamentablemente nunca le interesó ese cuento del emprendimiento, las oportunidades, los valores de costo, las utilidades y en general, el crecimiento y el desarrollo multifacético, nos contentamos dejando recuerdos para construir memoria junto a unos pocos que nos conocieron o hicieron parte de nuestras sencillas vidas.

Yo era un buen amigo de Pablo, si es que los tenía. Recuerdo que cuando alguien insistía en saber quién era su mejor amigo se avergonzaba. Afirmaba que el mundo era muy grande para confiar sólo en un ser y luego, imagino que presa de la simplicidad del argumento que evocaba, incluía la siguiente línea para complejizarlo y exponía su íntima –así lo hacia saber- creencia de que en ciertos momentos de la vida se frecuentaban unas personas mas que otras. Aún era inocente. Ver a Pablo fuera de sus estribos consistía en una probabilidad mínima, quienes tuvimos la suerte de vivirla, alguna vez sorprendidos la presenciamos y en otro par, preferimos irnos. Muchas veces se ponía complicado, no del tono agresivo y peligroso. En aquellas ocasiones su presencia se hacía insoportable, miraba a los ojos con desprecio y aún así, prefería siempre guardar silencio. Vivíamos en un barrio de clase media, en el norte de la ciudad. Era un barrio apacible y tranquilo, decenas de edificios de ladrillo separados por amplias calles y bonitos parques, aquél contraste entre el verde y el naranja nos gustaba mucho.

La última vez que lo vi me lo encontré en la universidad sentado en las escaleras junto a la entrada de la biblioteca. Leía “Primavera con una esquina rota” y la sonrisa dibujada en su rostro no podía disimular la tristeza de su alma. Parecía que lo supiera de antemano y hubiera aceptado su fatal destino con una resignación de mártir. Qué ridícula me pareció su actitud en ese momento. Le pregunté para saludarlo: ¿qué tal la niña Beatriz? Igualita a los colombianos, me respondió.

2. La Amante

Me encantaba como me miraba. ¡Cuánto misterio guardaban sus ojos! Me cautivaba cada vez que hablaba fluidamente y sin tartamudear. Era pésimo bailando, pero en la rumba siempre esperaba ansiosa el momento cuando se decidía a azotar baldosa conmigo. Tenía unos ojos negros profundos que le combinaban con la tristeza que la línea de sus cejas unidas le pintaba.
Aún recuerdo el olor que dejó en mi cama esa última noche. Lo odie porque nunca me amó de verdad, me buscaba cuando se sentía solo o quería acostarse con alguien. Y aunque siempre me escondió, todavía me hace falta. Nunca me imaginé que algo así fuera a pasarle a él, tan bueno que era con la gente. No tenía la culpa de ser tan lindo, lo perdono por ser tan distraído. Por ahí dicen que todo muerto es bueno, pero el no merecía morir. Nadie merece morir.

Ahora siempre que salgo a comprar el pan para el desayuno voy a la panadería que más lejos me queda. A él le encantaba ir a comer pandebono con ponymalta donde Doña Marta, siempre me invitaba aquellas mañanas cuando amanecía de buen humor y queriéndome. Apenas me siento en la mesa, en la misma donde nos sentábamos cerca de la ventana, -para que el sol nos caliente los huesos, me decía sonriendo- me descoso en lágrimas. Maldita sea, no se nada de él. Yo prefiero pensarlo muerto, eso de guardar esperanza es para la gente débil. Como si no vivieran en Colombia, qué inocentes.

3. El padre

Todo padre quiere ser enterrado por su hijo, en el mundo a muchos les ha tocado enterrar a sus hijos, pero no poder llorarle al cadáver, es peor. La vida le guardada muchas cosas, éxitos y frustraciones, alegrías y tristezas. Era inteligentísimo, yo ya no podía seguirlo en las pocas conversaciones que manteníamos. Usaba palabras que no entendía, pero en silencio y muy atento siempre escuchó las mías. Alguna vez me dijo que quería aplicar en su vida mi sabiduría sencilla y compleja, vital y llena de amor. Qué hermoso que un hijo le diga eso a uno. Los días se me han hecho largos. Me levanto a las cuatro de la mañana como de costumbre, leo el periódico, buscó con esperanzas alguna noticia de mi hijo, alguna versión libre de esos monstruos que recorrían Córdoba, Úraba, Antioquia, Cesar o el Chocó, pintando el piso con sangre inocente. Hace mucho que los distintos no somos más que posibles informantes y auxiliadores de las guerrillas, de los terroristas. ¿Cuándo acabará esta pesadilla? ¿Dónde estará?

Me baño, me preparo mis huevos pericos y la arepita paisa –imprescindible- y cuando me meto a la boca el último bocado, trato de levantar a Carmenza de ese letargo tan miedoso en el que se mantiene. Se levanta a las tres o cuatro de la tarde, con lagañas en los ojos, se ha vuelto muy flaca. Cuando era jovencita tenía las piernas más lindas que haya visto jamás ¡Carmencita, qué biscocho eras! Hace dos años empezó a enfermarse y su genio empeoró. No se le puede hablar porque avienta gritos y sandeces. Yo sé que no está enferma ni loca, sólo tiene un dolor profundo, una ausencia marítima e inmensa y ella como no aprendió a expresar lo que sentía, los sentimientos los sufre como una niña pequeña, por eso digo que le hacen falta las palabras para contener toda esta mierda.

4. Otro Amigo

El tenía quince años cuando nos conocimos. No era capaz de hacerse el siete, tenía el pelo largo como una niña, pero sí se remangaba y escuchaba buena música, bien caleta. Ahí nos enrolamos en el comunismo y la protesta social, leíamos el capital sin entenderlo muy bien, pero soñábamos con justicia y reinvidicación laboral. Cómo nos jodía la cabeza pensar en millones de personas sin ni mierda. Yo estaba comprando cassettes en el centro, Mortdiscos o Beattles, dos tiendas que creo ya no existen (¿o si?) donde podíamos conseguir Eskorbuto o Los Muertos de Cristo, buenas grabaciones, esos manes querían su trabajo porque todos mis cassettes hoy suenan como si los hubiera comprado ayer. Y ahí apareció Pablito. Me cayo mal a primera vista, era petulante, traía una lista inmensa para comprar severa música, por ahí la mitad de lo que pidió yo no lo conocía, me le hice al lado, pa´ ir grabándome en la mente algunas bandas nuevas y escucharlas luego. Cuando recibió todo su encargo, se me acercó miedoso y me dijo: camine a mi casa, tomamos vino y rotamos música. Yo no se como fue a invitarme si yo tenía una cresta de 10 centímetros de color rojo verdoso y todo vestido de cueros rotos y negros. Me pareció una chimba el plan, qué tipo tan amable, pensé.

Crecimos y el se volvió muy crítico con todo. Una vez nos dimos traques mientras intentaba explicarme como el materialismo histórico era una quimera, una falacia para pensar el mundo de hoy. Me decía que la realidad social y económica se había complejizado y yo no sé que más. No se dio cuenta que estaba metiéndose conmigo criticando mis ideas. Nos dejamos de hablar luego del incidente. Después de un tiempo, a veces nos encontrábamos en el centro y recordábamos con nostalgia esos días cuando todavía soñábamos. “Pero cualquier noche puede salir el sol que ilumine nuestra revolución” cantábamos antes de despedirnos. Yo permanecí aquí, con mi banda, haciendo punk y el entró a la universidad. Yo no le estoy hablando de los setentas ni de los ochentas, eran puros noventas, mientras la gente escuchaba Back Street Boys y Britney Spears nosotros escuchábamos punk hasta en Euskera.

Ahora que no está, me preguntó qué fue lo que paso. El tipo prometía. Yo si echo piedra, pateo ejecutivos, fomento el desorden y sólo recibo unas horas de detención. Ese man que tantas ideas tenía, tanta fe que le tenía yo. Recuerdo que una vez me dijo que la modernidad ahora era líquida y como un tsunami, ahogaba cualquier contracultura convirtiéndola en una repisita más de objetos de consumo. Ahora entiendo, debo seguir siendo punkero hasta que me desaparezcan, en honor al Pablito.

5. La Novia

Acariciarle el pelo era como jugar a atrapar goticas de agua en una cascada. Durábamos horas enteras así. El sabía como me gustaba que me mimaran la espalda. Me decía que se inventaba bosques y pueblos perdidos, que los recorría con mis dedos, así, las yemas del índice o del anular, cualquiera que estuviera rozando mi piel, se convertía en el personaje de su aventura. No la narraba, me imagino que le daba pena. Sólo murmuraba palabras incomprensibles y tarareaba canciones. Yo me hundía en su pecho, atrapando todavía gotas de agua en su pelo. Siempre tenía el cuerpo calientito, perfecto para mí porque yo sufro de frío. Así nos quedábamos dormidos en su cuarto. Al otro día nos levantábamos por ahí a las diez, cuando Álvaro, su padre, tocaba irreverentemente la puerta para que saliéramos a desayunar. Tres veces entró sin tocar y me vio las nalgas desnudas. Quién lo manda.

Lo amaba. No fue mi primer amor ni mi primera vez, pero no he amado tanto a alguien como a él. Estábamos mal cuando no volvió a aparecer. Se había vuelto muy distraído conmigo. Amaba su forma de amarme. Casi nunca me compró cosas –no era detallista- y no me importaba pues cada vez que me abrazaba o me besaba sentía emerger hormigas chiquitas del vientre que recorrían traviesas todo mi cuerpo.

Extraño nuestras discusiones. A mi no me convencen esos cuentos de las masas, yo creo en la energía y en la espiritualidad. El Camino de la iluminación que sólo se consigue trabajando duro y conociéndose a uno mismo ¡Qué se pongan en esas los pobres! Quién sabe cuántos karmas estarán pagando todavía. Cada que vez que me atrevía a pronunciar esas palabras se enfurecía. ¿Cómo se te ocurre pensar semejante tontería? ¿Ahora me vienes a decir que la mayoría de los colombianos mueren de hambre, los masacran y juegan fútbol con sus cabezas por que no han aprendido las leyes de buda? Pobrecito, yo sé que sufría mucho en el fondo, espero que donde sea que se encuentre, pueda comprender que no hay otra forma de mejorar este mundo en ruinas que el amor y el conocimiento de sí mismo.

6. El Detective

Unidad antiterrorismo
Informe de seguimiento No 32.333
Nombre del sospechoso: Pablo Uribe Posada
Fecha: Marzo 9 de 2006

9:00 am / salió de su casa y se subió a Transmilenio.
9:45 am / salió de la estación Profamilia. Llevaba puesto manos libres en el bus. De pronto se comunicaba con alguien. Pendiente por verificar.
10:03 am / entra a una casa grande y blanca. Casa de las aves.
12:28 pm / sale con una mujer de unos 40 años. Se despiden efusivamente. Le entregan una carpeta. La mujer vuelve a entrar a la casa de las aves.
12:40 pm / se sienta a comer solo en un restaurante barato cerca de la Universidad Javeriana. Termina de comer y se pone a leer un libro titulado: El Señor Presidente. Autor: Miguel Ángel Asturias.
1:30 pm / entra a la universidad.
6:00 pm / sale de la universidad.
7:30 pm / se baja del alimentador. Se encuentra con un joven que aparenta su misma edad. 1,75, pelo negro, piel blanca, gordo, de pelo corto. Se adentran al parque. Se fuman un cigarrillo de marihuana.
8:30 pm / entra a su casa.

Observaciones y recomendaciones: Verificar nombre de la mujer y del joven. Investigar antecedentes y preceder a abrir expediente. Conducta del observado altamente sospechosa. Se recomienda continuar con el seguimiento. Anexo las fotos de los nuevos sospechosos y de los lugares recorridos hoy.

7. La madre

Pronto iba a graduarse. Quería verlo elegante con corbata y vestido, buenmozo, como siempre le dije que se vistiera, no con esos tenis blancos con rayas de siempre y esos jeans que nunca se cambiaba. ¿Estará comiendo bien? ¿Tendrá forma de lavarse los calzoncillos? ¿Dónde estará mi niño? Eso me pasa por casarme con Álvaro, esas ideas rojas sólo provocaban problemas. Cada vez que hablaban de política yo prefería irme a ver televisión, mis novelas y mis programas en Fox. Mi niño, mi niño, mi niño… ya no aguanto más este dolor de pecho. Todos los días tengo pesadillas. Ni una sola noticia. La Policía me dice que está haciendo todo lo posible. ¿Será que les creo? Yo creo que me lo secuestraron y cuando se lo digo a Álvaro se pone bravo y me dice: ¿Cómo lo van a secuestrar? ¿Es que tenemos plata? ¿Somos gente con influencia política? No seas ingenua Carmenza, lo desaparecieron.

Yo quiero creerle a la policía, cada semana me aseguran que están tras la pista. Hoy escuché en el noticiero que aparecieron en Santander los cuerpos de unos jóvenes que habían desaparecido en Soacha. Qué escalofríos me dieron. El se iba por allá a trabajar con jóvenes desplazados. No tengo palabras para decir todo lo que siento. Cuando me levanto por la tarde el estómago parece pesarme y eso que hace días no pruebo bocado. Y llega Álvaro a hablarme y a intentar darme ánimos sin darse cuenta que todo simplemente me fastidia. Le ruego a Dios todas las noches que les de sabiduría y compasión a las personas que tengan a mi hijo, para que lo suelten y por fin pueda besarlo y abrazarlo. Casi nunca lo hacía cuando lo tenía cerca y ahora me arrepiento tanto. Mi niño, mi Pablo ¿Dónde estás mi amor?

8. El vendedor Ambulante
Vivo en el Codito. Me despierto todas las mañanas a las 4:00 am con mi hijo el mayor para irnos a trabajar. En cinco meses ahorramos una plata y ahora ambos tenemos bicicleta. Nos montamos en ellas y bajamos hasta la autopista, al barrio Nueva Zelandia. Ahí guardamos en un parqueadero el puesto, nuestro trabajo, que también es una bicicleta pero con la estantería para ofrecer la mercancía. Dejamos una de las ciclas en el parqueadero y recorremos dos cuadras para llegar a nuestro puesto. Ya nos conocen los vecinos y los otros vendedores también, somos gente bien, no ponemos problema y trabajamos como todos, por eso nos respetan. Este trabajo es aburrido, todo el día sentado viendo pasar gente, y eso que también toca aguantarse esos aguaceros tan bravos y todo ese humo de la calle. Me da tristeza con mi hijo porque no puede estudiar ni ser alguien en la vida. Yo le digo que ahorre pero ese berraco ya tiene novia y se gasta todo lo que se gana con ella.

No todo es tan malo. He Conocido mucha gente. Hay señores que me han ofrecido trabajos pero yo no confió, eso es muy jodido, ya me queda difícil confiar en la gente. Hay señoras muy amables que me conversan mientras esperan el bus y niños a los que les regalo dulcecitos para que se vayan contentos a estudiar. Les pregunto si ya hicieron las tareas y luego les doy el dulce, una menta o un coffe delight.

Al joven lo conocía hace meses. Siempre me compraba un cigarrillo y un chicle, o a veces, cuando salía tarde y enguayabado me pedía fiada la botellita de agua. Era cumplido, seguro al otro día me pagaba. Era un joven con mucha calidad humana, se le notaba en los ojos. Algo me decía que si podía confiar en él. Me había contado sobre una gente que se había organizado en otros barrios para comprar la mercancía al por mayor, así les sale más barato, y también como que se unían pa’ no dejarse corretear de la policía y esas vueltas que a uno le toca soportar. Yo ya iba a unirme, a preguntarle los datos, los teléfonos de esas personas para contactarme, pero no volvió a aparecer. ¿Quién sabe qué le habrá pasado? Por eso es que yo no confío en nadie. Lo convencen a uno con promesas de una mejor vida y se desaparecen. La vida todo el tiempo me lo rectifica. Mejor trabajar solo, por uno mismo y su familia. Así es el mundo: toca luchársela sin joder a nadie y no confiar en nadie para que no lo jodan a uno.

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