El negocito de la esquina

Soy un bachiller recién egresado y un buen día, el narcotraficante de mi pueblo seducido por mis buenas notas y tanto rumor sobre mis capacidades mentales -en especial en matemáticas-, me encargó de su recién abierto negocio de préstamos. Con el profe González entendí que la economía es una ciencia social porque pretende regular mercados y preservar el equilibrio entre la oferta y la demanda y su fin es garantizar que la población pueda proveerse de lo mínimo para subsistir. Eso entendí, seré castigado por el tribunal de los hechos si he pecado postulando ésto. Antes de desarrollar mi re-estructuración gerencial a la casa de la esquina, le dije al Don que me trajera todas las secciones económicas de los periódicos de la región, en especial, el de Bogotá. Porque allá esos doctores si saben cómo debe funcionar la economía y el Banco de la República, mi señor emisor, define las macropolíticas desde allá. Me trajo un montón y entonces me encontré en El Tiempo con un titular: "Microcréditos, los más caros" !Ay jijuemadre! ¿como así? pensé. Yo todos estos años feliz con el presidente porque al ser todo más seguro, había confianza para la inversión, y que con la inversión venía el crecimiento económico, y mientras se mantenía la inflación estática, se reducía la pobreza porque aumentaba el empleo y el empredimiento. El Don del pueblo, contento por la bonanza como yo, todos los domingos hacía fiestas y pagaba decenas de putas pa' todos los hombres, en nombre del patrón y su finca, perdón, el presidente y la patria. No entendía qué ocurría. Observé detenidamente la gráfica y la taza más baja de todos los créditos era la de tesorería o "corporativos" (como suena de bonito eso ¿no?) que se otorgan a las grandes empresas. Fui a hablar con el profe Gonzalez, indignado, completamente confundido y desesperanzado ¿Debía cobrarle a mis vecinos entonces los más caros intereses en la casa de la esquina pero al Alcalde, al Personero y a esa empresa de aceite de palma africana otorgarles préstamos bien baratos? Digo bien barato porque las diferencias en las tazas no son cualquier puntito, ni mucho menos un número con unos cuantos ceros a la izquierda y una coma liderando la fila numérica. La taza efectiva anual de microcréditos era de 30,49 y para las grandes empresas de 6,55. Y hagamos la cuenta porque yo sé sumar mejor que todos. Si los préstamos para las grandes empresas son más grandes, menor es la ganancia del ente prestador, o sea mi Don, con semejante taza tan baja. Si mis vecinos quieren comprar gallinitas, vacas y concretar esas ideas emprendedoras que acompañan siempre de un par de canastas de cerveza, no tendría lógica prestar con tazas tan altas porque no tendrían cómo pagarme y mi patrón no ganaría. Eso le comenté al Don, seguro de la solidez de mi idea y la justicia intrínseca en ella, pero me cortó la lengua y las manos por huevón.

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