Malvivir

Dicen los aventureros que escribir es viajar, otros nostálgicos aseguran que es recordar, los sabios proclaman la escritura como la construcción del conocimiento libertario y yo, presa de este mal inútil en el neoindustrialismo socialdemócrata y globalizado, puedo sólo comprender la escritura como la posesión de aquel soldado francés que cínico y bufón le sonríe al cadáver inerte del español ejecutado por ordenes de Napoleón. Qué puedo decir si he nadado en ríos de mercurio con el primer, divino y augusto emperador de Chin, si esculpí aves, bailarinas y los rostros de espíritus guerreros que siguen después de muertos protegiéndolo en el más allá. Qué puedo ofrecerles escribiendo si aún me derrumbo con el primitivismo popero de los garabatos de Basquiat, si Saturno en pesadillas me devora como a su niño y no puedo evitar cuestionarme luego el susurro masoquista y pedófilo que la errática escena suscita en mi todavía atemporal mentecita, depravada y psicoanalítica.

Ahora viajo en la máquina del tiempo pero sin mi cuerpo. Fulguroso y curioso recorro todo el mundo: de Cuba a San Petersburgo, visitó a Madrid y conozco París, de New York a Angostura, si, que disque en Colombia ¿No les digo que ahora vuelo? Vuelo en Airbus exclusivo para mí, navegando las redes infinitas y anárquicas de la información. Me doy el lujo de argumentar a favor del espíritu demoníaco y auténtico de mi presidente porque aún converso con la filosofía antioqueña del siglo XIX para al otro día sentarme a la mesa junto a la socialdemocracia de izquierda, el polo antiguamente alternativo, y devorarme en pecado de gula, con los cubiertos del clientelismo y proselitismo, todo sueño de bienestar consignado en la burocracia del distrito capital y su paupérrima política social.

¿Qué verdad les voy a revelar si aún el atardecer me ofrece refugio para mis temores en la obscuridad de la profunda noche y al amanecer florecen sueños de Abril, brotando y desplumando aves tropicales en Mayo? ¿Qué más puede representar el escribir si no es ser humano, demasiado humano; ser asesino, ser cautivo, ser presidente y revelarme al orden establecido? ¿Llorarle a mis hijos y perdérmeles, haberte cantado un verso y haberme venido adentro?

¿Para qué rendirme a los encantos de la métrica y saltar entre pistilos, concibiendo luces en cada sentido perdido? ¿Para qué continuar con la rima si en la próxima línea podría censurar el amor con desidia? ¿Para qué definir qué putas significan mis dedos empuñando el esfero, si salgo de mi cuarto y encuentro el mismo terror austero? ¿Para qué rasgarme las vestiduras de mi utópica ética, si para sobrevivir aún tenemos que arrodillarnos a las desventuras de la corrupción, amañada y con narco-mansión en nuestro corazón?

¿Y qué me importa si no debo empezar el párrafo con aquella letra de la yuca si la dulce melodía no puede ya abandonarme, si como amantes que fuéramos, nos odiamos e insultamos sabiendo que en el silencio, sólo tendremos para consolarnos nuestro propio reflejo?

De pronto debo subir y bajar escalones para tropezarme con el racionalismo y resbalarme en el surrealismo, temerle al patriotismo y herirme con el nihilismo. Salvar del silencio al nadaísmo y callar de una vez por todas al importaculismo, condenar el escepticismo y de paso alabar el refundido misticismo, y así, subiendo y bajando al mismo tiempo, malgastarme bailando en el romanticismo e ir perdiéndole el paso al ritmo de los ismos… ¿Saben que puedo decirles con sinceridad, con aquella verosimilitud que la juventud alcanza a depurar en una noche de estrecha soledad?... de pronto… escribir… es síntoma de un malvivir.

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